Este texto tuve que escribirlo para el mundial de escritura (https://el-mensajero.com/tercer-mundial-de-escritura-dias-4-5-y-6/ ) y lo extraje de esa publicación y muestro de nuevo porque es el único texto que está basado en una situación real así que igual lo dejaré en la categoría donde situo publicaciones más personales.
La premisa para crear el texto era sobre una situación en la que podamos explorar el sentimiento del ridículo y debo decir que me senti muy ridículo en este caso pero saqué provecho de ese mismo «aire» para alivianar la tensión e incomodidad que surgio en el momento. Eramos amigos así que no era algo donde me declararía y me olvidaría.
Una declaración de amor, para el que la hace siempre termina haciéndolo sentir ridículo ¿ O tan solo me ha ocurrido a mi ? Sin embargo, no deja de ser algo valiente. La «ridiculez» va muy de la mano con la valentía. Si algo te hace sentir inseguro, nervioso, con miedo y variadas sensaciones desconocidas, y si aún así te atreves a hacerlo a costa de creer que estás haciendo el ridículo…; de todas maneras, ¡ Lo estas haciendo!, y eso es lo importante.
Supongo que todo lo anterior fue una introducción para excusarme de que ahora podría hacer el ridículo contando la siguiente historia. Así que ya preparado, vamos:
Ella me gustaba hace bastante tiempo, y en mi historial siempre había renegado de confesar mis ridículos enamoramientos debido a una baja autoestima y nulas expectativas; es decir, no tenia ni siquiera la esperanza del supuesto perdedor. «No me van a tomar en cuenta», «Haré el ridículo», «Me van a rechazar», etc. Esto continuo en variadas ocasiones. Hoy en día me arrepiento de haber perdido mi primera juventud en mutilar posibilidades y considerarlas algo platónico. Como si yo no fuera suficiente, en ninguna circunstancia.
Un día me decidí, me acerqué, preparando motores. Ella estaba en la biblioteca y al verme parecía sentir mi nerviosismo. Me acompañó un amigo al que ya le había contado que me iba a confesar -las cosas se vuelven más importantes cuando compartes el drama-, y a los cinco minutos de charlar lo suficientemente bajo para no provocar ruido, fui a despedir a mi amigo.
Salimos de la biblioteca y le pedí algún consejo o como se veía ella. Si era el momento adecuado, en que lugar sería mas adecuado o si debía hacerlo a la distancia y no en vivo. En fin, un sin fin de preguntas de las que ya olvidé las respuestas, quizás ni siquiera las escuché. Lo que si recuerdo es que me dijo que la vio con el cuello rígido, un poco incomoda. No sé porque me dijo eso o porque me debería importar, simplemente lo ignore pero quizás debí tomarlo como señal de que no era el momento para exponerle mi corazón. Aunque lamento no darme cuenta de esos detalles, a veces el amor no te deja ver lo obvio… no te deja ver, simplemente. Y la verdad es que yo no podía ver más de lo que pueden unos ojos de cristal.
Volví a la biblioteca. Le pregunté si quería tomar aire, me dijo que sí y fuimos a la terraza. ¡Era el momento! El momento que no dejaba de repetirse en mi mente, como un moscardón que no deja de molestar, husmeando dentro de mi cráneo y alimentándose de mis sentimientos.
¿Mi confesión, me llevaría a la pasión o a la decepción? ¿Al final de mi monólogo, sería capaz de sonreír al mismo tiempo que nos mirásemos; descubriendo nuestras intimas intenciones, o solo me dedicaría a asentir constantemente mientras me explicara las razones de porque no es algo correspondido?
Entre mi nerviosismo no sabía si reír o llorar por adelantado. No partí con ninguna frase ingeniosa como en las películas, si no solo con un «creo que me gustas». No recuerdo mucho la conversación entre medio, supongo mi cerebro la ha bloqueado porque se avergüenza de mi corazón, estas dos cosas nunca se han conciliado en mi persona. Lo único que me acuerdo es que sentí que estaba haciendo el ridículo desde el primer minuto, así que minimice la situación diciendo «ja ja ja -por suerte tengo un habilidad para burlarme de mi mismo- , solo lo quería decir para ver como me hacia sentir. Espero no resultar incomodo»
Obviamente se sentía incomoda y tampoco pude cambiar de tema, así que solo la fui a dejar a la micro, para que se fuera a su casa. Al ya subirse a la micro y pasar unos segundos, le mandé un mensaje diciendo «Voy en la micro de atrás. No puedo olvidarte. No, nunca tanto» a modo de broma y para romper el hielo por adelantado. No me acuerdo que respondió pero seguí con esa dinámica los siguientes días; haciendo el ridículo sobre lo que había pasado, engrandeciendo el absurdo del amor y lo que es considerado un fracaso en lo social.
A pesar de todo, al cabo de unas semanas todo volvió a la normalidad. Ahora que lo recuerdo me sentí muy bien de haber hecho el «ridículo». Recomiendo esta práctica, obviamente no con declaraciones de amor jajaja, pero si aprendiendo a reírse de uno mismo y de lo peor sacar lo mejor.
A veces tenemos expectativas, a veces no las tenemos. Las expectativas pueden resultar fantasías y acabamos sintiéndonos ridículos pero lo importante es que al final seguimos teniéndonos a nosotros mismos y eso es suficiente.