Escrito el 06/04/2015
Todavía un poco mareado, Rogelio colgó el teléfono de un golpe sin decir nada. Había llamado el conserje preguntando por Max Greatsunrise –su hermano gemelo- al cual no veía hace años. Se sentó en la cama y le dio una lenta mirada a la desordenada habitación, notó que estaba en un Hotel llamado “La Vie” por una caja de fósforos con el nombre en ella. Esto quedaba ubicado por los suburbios de Paris.
Lo último de lo que se acordaba es haber estado celebrando con su novia Alisa el ya haber fijado la fecha de su matrimonio, recordaba haber pasado la mayor parte del tiempo en la mesa de centro donde ahora solo estaban los restos de una cena a medio terminar. Lo que le pareció extraño, al verificar su reloj, es que eso había sido la noche del sábado y vio en su celular que eran las 11 PM del domingo, ósea, estuvo inconsciente casi un día entero.
De repente escucho el sonido del cerrojo y su primer instinto, al ser todo muy desconcertante, fue esconderse bajo la cama,mirando fijo hacia el pasillo que estaba tras la puerta. Al abrirse la puerta divisó a dos sujetos, uno era el conserje, lo cual dedujo porque tenía la misma voz del tipo que llamo a la habitación y el otro al parecer tenía algo que ver con la policía francesa por la terminología que usaba. Rogelio era funcionario de la policía, por lo que estuvo tentando a descubrirse, pero una corazonada le tentó a espera un poco.
Sin entender nada cerro los ojos y con la frente pegada al piso trató de recordar algo que le ayudase a desenvolverse en esta situación… nada apareció. De repente sintió un líquido algo espeso en sus labios, se fijó que había una gran cantidad en la alfombra que estaba debajo de la cama y también se veía, pero en menor medida, afuera de esta, probó la sustancia con el dedo, después lo alejó un poco y vio el color rojo inminente, no cabía duda que era sangre. Esto lo puso más nervioso, por mientras los dos tipos seguían hablando hasta que el conserje aparentemente se fue.
El agente empezó a revisar el cuarto y grito de manera inesperada después de sacar rápidamente una cerveza del refrigerador, como si se tratara de su propia casa:
—¿Dónde estás Rogelio? Ya es hora de elegir tu celda, mis nuevos compañeros llegarán pronto.
La voz le parecía muy familiar. Sin entender nada, empezó a prepararse para cualquier situación, revisó sus bolsillos y solo encontró unas monedas antiguas que les había regalado su hermano para su colección. No encontró nada útil en esos pensamientos.
El enigmático e impulsivo agente había empezado su casería, parecía estar dejando para el final la cama, caminaba lento y pausado, se notaba cierto disfrute en su respiración, sorpresivamente corrió a la cama y le rompió una pata de una patada, acto seguido la cama hizo contacto con su huésped, Rogelio no pudo contenerse y gritó, el extraño rompió la otra pata frontal y se escuchó otro grito pero esta vez iba dirigido al agresor:
—¿¡Maaaax!?
El ahora agente nombrado Max se inclinó para estar más cerca del adolorido Rogelio y dijo:
—Hola hermano, ¿Te gusto matarlos o solo necesitabas distraerte? Quien pensaría que ahora estarías del otro lado.
Se agacho, le alzo la cabeza jalándole el pelo y le obligó a mirar el baño que hasta ahora había ignorado, estaba su novia, con la que había compartido la noche del sábado.
Rogelio se quedó sin palabras, el policía acabándose la cerveza, prosiguió:
—Bueno, te explicare que pasa acá: Ahora tu eres Max y yo soy Rogelio, tú esperaste que se emborrache, te ensañaste y la mataste. Esas horas que estuviste inconsciente no vale la pena relatártelas, pero solo te diré que tenemos testigos que te incriminarán, ya me he encargado de eso. Ahora yo tranquilamente ocuparé tu identidad, lloraré por dentro la inevitable muerte de Alisa, y tú serás arrestado por asesinato, todo esto auspiciado por mi maravillosa persona.
Deberías sentirte halagado de que vaya a suplantarte, ya que ambos sabemos que siempre quisiste ser como yo, pero no te preocupes, no es necesario agradecérmelo.
—Siempre creí que era al revés — dijo Rogelio atrevidamente.
Responder así no le era nada favorable en su situación. Al terminar de hablar, Max se quedó mirándolo fijamente, sin sentimiento, solo disfrutando ver el pánico y sudor que emanaba su hermano a medida que iba comprendiendo la trampa que le habían tendido. Al rato se empezaron a escuchar las sirenas de la policía, Max apresurado sacó una pistola, y dijo:
—Por suerte traje tu pistola, o en este caso, mejor dicho, la mía.
—Y ¿Ahora qué sigue? ¿Todo esto es por mi compromiso con Alisa, ¿no? —preguntó Rogelio.
—He decidido que aún no veo suficiente sangre en la habitación — concluyó Max, evadiendo la pregunta de su hermano.
Rogelio trató de moverse, pero fue en vano, Max sacó la pistola registrada bajo el nombre de Rogelio Greatsunrise y disparó, el emproblemado hermano alcanzo a esquivar la bala escondiendo la cabeza gracias a que adivinó con un instinto envidiable el segundo en que iba a disparar. Con el disparo se rompió una tercera pata de la cama, inclinándola hacia un lado, ahora tenía una sola salida; salió rápidamente para luego escapar de la ley a la que antes servía y planificar su reinstauración o su escape definitivo.
Max ya con las cosas fuera de control debía matarlo, trato de dispararle en el muslo para inhabilitarlo, pero falló, algunas de las monedas que se encontraban en el bolsillo del verdadero agente francés milagrosamente interceptó la bala. El dolor igual penetró a su carne, pero la adrenalina combustionaba su correr irrefrenable.
Llegaron sus “colegas “y rápidamente informó sobre lo básico del escenario criminal, y al llegar estos no notaron que Max era un farsante, les dijo que había ocurrido un asesinato y debían matar a su gemelo, que era muy peligroso y después se encargarían de la investigación.
Conteniéndose los nervios, salió apurado y subió a la terraza para tener una idea de donde habría huido su víctima.
Mientras, en la habitación, había llegado el equipo médico; procedieron con el protocolo de emergencia para la novia de Rogelio, a la que le acompañaba un largo e imponente charco de sangre. Uno de los médicos exclamó:
— ¡Aún tiene pulso! ¡Rápido, traigan la camilla!
—Rogelio…Ro..gelio. La cicatriz…Ro..gelio, no es Rogelio —musitaba Alisa, con los ojos a medio abrir.
—No se esfuerce señorita, ya la sacaremos de acá.
—Los policías son unos estúpidos… —dijo Alisa y se durmió al sentir la máscara de gases que le puso el médico.
Uno de los policías que estaba haciendo guardia a la salida del hotel, vio como se llevaban a Alisa y le pregunto al médico como estaba la víctima.
—Por suerte está estable. Un poco incoherente eso sí, debido al schock. Decía algo de que un tal Rogelio no era Rogelio y una cicatriz. Ah y también que… —el médico no dio más información y siguió su recorrido hacia la ambulancia.
El policía al escuchar esto, medito las palabras durante un instante y subió a donde estaba el que tenia entendido como su compañero de trabajo y que no había tenido la oportunidad de ver esta noche. Subió a la terraza, y ya viéndolo por detrás notó algo extraño. Se acerco a y al estar solo a unos dos metros, dijo:
—Compañero, ya he terminado mi turno. Me he venido a despedir. Excelente trabajo, estoy seguro que lo atraparemos — declaró enfatizando las últimas palabras.
Max, al darse la vuelta, vio cómo Klaus le extendía la mano en señal de despedida. Max recordó algo y se guardo la mano, sin más que exclamar:
—Vete a descansar compañero. Este frío alarga la noche.
—No pareces tu mismo hoy. Dame tu pistola, veo que tu mano está muy ocupada escondiéndose como para usarla.
—Una estúpida cicatriz… una estúpida mujer… un estúpido hermano —dijo Max, ya dándose por descubierto. La cicatriz en la mano de Rogelio era el único detalle que los distinguía.
— Si, claro. Tan estúpidos que siguen vivos —dijo Klaus—. Ahora, tira tu arma.
—¿Vive? ¿Ella… vive? —gruñó Max.
— Y, sí… Claro que tiraré el arma. Eso sí, no se si seas lo suficiente rápido para alcanzarla.
Klaus no entendió lo que quiso decir, hasta que vio como Max se dejaba caer por el borde de la terraza. 20 pisos.
Max, al ir cayendo. Lo último que pensó, o dijo, da igual; de todos modos, nadie podía escucharlo en esa situación, fue:
—Me duele más estando vivo…
Quizás… como la última voluntad de su existencia, Max vio parte del rostro de Rogelio mirándolo caer, en una esquina… y muy lejos, una ambulancia… donde tuvo la esperanza que estuviera Alisa, y donde también tuvo la esperanza que siguiera con vida después de llegar al hospital. También, como último, antes de convertirse en nada más que pedazos, tuvo la esperanza de que ambos lo comprendieran, y perdonaran.