Días 1, 2 y 3: https://el-mensajero.com/2488-2/
Empezó el NaNoWriMo en Noviembre, y llevo unas 15.000 palabras de las 50.000. La novela se me está quedando corta así que no sé si llegue a las 50.000, pero estoy tratando de persistir para por lo menos seguir escribiendo a diario 🙂
Mi perfil de NaNoWriMo si me desean agregar -> https://nanowrimo.org/participants/lsurrutia
Al final no pude seguir con el mundial de escritura, por la actividad mencionada anteriormente, así que llegué hasta el día 6.
A continuación dejo los textos y las consignas por las que me tuve que guiar.
Consigna Día 4: Imaginar que en una mañana de pandemia, aparece tu mascota crucificada en una cruz artesanal ( :c ), a las apuradas. Revisando el correo electrónico, hay un mail automandado que dice “cuidado con lo que haces”.
Texto día 4 :
Los días ya no tienen ritmo, todo se vuelve insípido cuando estas encerrado durante mucho tiempo. Tenía muchas ansias de que algo diferente pasara. Desde que empezó lo del confinamiento me he restringido de muchas cosas, especialmente del contacto social… incluso me genera terror salir a la calle y tener que interactuar con la gente, algo que hago una vez cada dos semanas, para abastecerme con lo necesario, que no es mucho, ya que no soy exigente con mis gustos. Vivo sóla, con mi gato, León. Es un gato muy juguetón y ansia un cariño constante, supongo que es porque no sale mucho, por lo que no conoce a otros de su especie, siendo yo; su única compañía. Lo que voy a contar me duele en el alma y estoy constantemente respirando esta pena…
Le dejé un poco de comida a León y salí a realizar mi jornada de abastecimiento, volví unas 5 horas después. Cansado y añorando tirarme a la cama para dormir largo y tendido. Cuando estaba poniendo la llave en el cerrojo ya algo me alertaba un cambio en mi usual llegada. Generalmente cuando salgo, como León está acostumbrado a mi presencia 24/7, de alguna manera sabe cuando estoy regresando y incluso antes de pasar por el camino hacia la entrada, ya escucho sus maullidos y reclamos de caricias. En esta ocasión no había nada que escuchar, al instante sentí un vació en mi interior. Giré la manilla y al abrir, no había rastros de su existencia. Me alerté.
Lo empecé a llamar, «Leoon…Leoon». No hubo respuesta. El cansancio se esfumó de un momento a otro y me dediqué a buscarlo.